jueves, 8 de noviembre de 2007

Guerra Hispanoamericana, las Explosión del Maine

Guerra Hispanamericana, la Explosion del Maine
La Guerra Hispano-Estadounidense, que en España es conocida popularmente como desastre del 98 o Guerra de Cuba (incorrectamente llamada también Guerra Hispano-Americana) y en
Cuba como Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, se desató entre España y los Estados Unidos de América en 1898, durante la regencia de María Cristina, viuda del rey Alfonso XII, desembocó en la pérdida de las colonias de ultramar y vino a significar el fin del otrora poderoso Imperio Español. Cuasas de la guerraTras la expansión y conquista de los Estados Unidos en los antiguos territorios de México durante la primera mitad del siglo XIX, las grandes potencias mundiales se disputaban a finales de ese siglo las colonias por razones de economía. Un país era más poderoso en tanto su influencia y moneda se hacían sentir en más territorios y colonias.Por otro lado, las boyantes economías experimentaron en el último tercio del siglo una crisis de crecimiento al quedar inundados los mercados internos. Se imponía la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales e incorporar nuevos territorios que absorbiesen la producción industrial.Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no podría llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.Sin embargo, los acuerdos no acabaron por eliminar completamente las fricciones entre las potencias. A finales del siglo XIX, se sucedieron las disputas por determinados puertos y fronteras cuya delimitación no estaba clara, sobre todo en África. Ejemplos de esto son el incidente de Fachoda entre franceses y británicos, las disputas germano-portuguesas por el puerto mozambiqueño de Kionga, el ultimátum lanzado por los ingleses contra la expansión portuguesa en Zambia y la polémica desatada entre franceses, británicos, alemanes y españoles por el dominio de Marruecos.Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawaii y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II. En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses Grant), que el gobierno español siempre rechazó. Cuba no sólo era una cuestión de prestigio para España, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.A esto se añade el nacimiento del sentimiento nacional en Cuba influido por las revoluciones francesa y americanas, el nacimiento de una burgesía local y las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EE.UU. y otras potencias. La radicalización de estos sentimientos provocó que se desatara entre 1868 y 1878 la Guerra de los Diez Años bajo la dirección Carlos Manuel de Céspedes hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó la firma del Paz del Zanjón, que no sería más que un tregua.Si bien este pacto concedía algunas concesiones en materia de autonomía política y que posteriormente, en 1880, se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Debido a esto los rebeldes volvieron a sublevarse en 1880 en la llamada Guerra Chiquita.Por otra parte, José Martí, escritor, pensador y líder independentista cubano, fue desterrado a España en 1871 debido a sus actividades políticas. Martí en un principio tiene una posición pacifista con el pasar de los años su posición se radicaliza. Es por esto que convoca a los cubanos a la guerra necesaria por la independencia de Cuba. Para esto crea el Partido Revolucionario Cubano bajo el cual se organiza la Guerra del 95.La escalada de recelos entre los gobiernos de EEUU y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de EEUU por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería darles una lección.Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: una impetuosa, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otra vieja, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria. Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva América, la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho esta guerra fue el punto de quiebre en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que no se resolvería sino hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse y ubicarse nuevamente entre las principales naciones del mundo.El hundimiento del MaineCon la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el gobierno estadounidense decidió el envío a La Habana del acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York. A pesar de lo inoportuno de la visita, las autoridades locales españolas trataron con toda amabilidad a la tripulación estadounidense.Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión ilumina el puerto de La Habana. El Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y 2 oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.Sin esperar siquiera el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por una artefacto infernal secreto del enemigo».A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, ya que estos últimos se negaron a una comisión conjunta, pues para ellos el resultado de la investigación se había decidido mucho antes, ya que en una muestra típica de la arrogancia estadounidense de la época, todo apunta a que idearon la operación con el objetivo de tener un casus belli para declarar la guerra a una España arruinada y en decadencia que seguía poseyendo territorios inmensamente ricos. Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa. La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas. Los españoles argumentaron que no podía ser una mina, como pretendían los estadounidenses, ya que no se vio ninguna columna de agua y, además, si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición. En el mismo sentido, hicieron notar que tampoco había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión externa. Y aunque todas estas cosas eran evidentes, el gobierno de Estados Unidos no las reconoció y se negó desde un primer momento y en redondo a un diálogo sobre la cuestión.Estudios recientes han señalado que, dados los desperfectos causados por la explosión, si la explosión hubiera estado provocada por algún artefacto externo ésta habría hecho al barco saltar (literalmente) del agua. Algunos de los documentos desclasificados por el gobierno de EE.UU. sobre la Operación Mangosta (proyecto para la invasión de Cuba posterior al fracaso de Bahía de Cochinos) avalan la polémica hipótesis de que la explosión fue causada en realidad por el propio gobierno de EE.UU. con el objeto de tener un pretexto para declararle la guerra a España.Sin embargo, EE.UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum a España en el que exigía la retirada de Cuba, condición absolutamente intolerable para cualquier país soberano, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir ninguna respuesta, en una demostración de intenciones evidente. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios. Comenzaba así la Guerra hispano-estadounidense.